LA EXPANCIÓN EUROPEA DE LOS SIGLOS XIV-XVI Y LOS VIAJES DE EXPLORACIÓN.

La expansión Europea de los siglos XIV-XVI y los viajes de exploración.

La ventajosa situación geográfica de Portugal y España facilitó la afluencia de los más diversos tipos de embarcaciones a sus puertos y puso al alcance de sus marinos los más novedosos instrumentos náuticos. En Sevilla, Lisboa o La Coruña se dieron cita milenarias tradiciones marítimas que recogían la experiencia mediterránea de fenicios, griegos, romanos, árabes e italianos y los aportes de vikingos, bretones y flamencos del norte de Europa. El mayor aporte de la coca hanseática a la navegación y a la expansión ibérica fue el empleo del timón de codaste, un grueso madero que como continuación de la quilla cerraba el casco en la popa (parte trasera). Permitió mejorar la dirección y mantener el rumbo del barco, porque ejercía una fuerza muy potente en el agua, superior a la de los timones laterales o grandes remos utilizados con anterioridad. Además, la coca empleaba una gran vela cuadrada -heredada de los vikingos-, que era colocada en el palo mayor y permitía el movimiento del barco.              
                                                                                                                                        
                                            
                                           Carabela portuguesa
Réplica de una Coca hanseática del siglo XIV





















La carabela portuguesa emplearía aportes de la coca hanseática, y otros propios de la navegación mediterránea. El casco de la galera serviría de modelo; el uso de varios mástiles aumentaba la superficie del velamen y la velocidad; por último, la vela triangular, llamada vela latina, que era originaria del Océano Índico y fue difundida en el Mediterráneo por los árabes, a partir del siglo IX, se colocaba en el palo de mesana, ubicado en la popa de la carabela, y era fundamental para poder navegar con vientos laterales. En la navegación del siglo XV se utilizaron la brújula y el astrolabio. Ambos instrumentos posibilitaron la travesía de "altura", es decir, navegar lejos de las costas sin otro punto de referencia que las estrellas. La brújula consistía en una aguja imantada que siempre señalaba el norte. El astrolabio, en tanto, permitía calcular la altura de las estrellas, cosa importante para poder determinar la latitud geográfica. A la cartografía le cupo un lugar muy importante; su columna vertebral era una obra del siglo II: el Almagesto del griego Claudio Ptolomeo. Se trataba de una descripción del mundo conocido, acompañada de diversos mapas donde se podían apreciar Europa, Asia, África y mares como el Mediterráneo y el Índico.
La escuela náutica italiana otorgó mucha importancia al florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli, quien trazó un mapa indicando una distancia de 5,000 millas náuticas (9,000 kilómetros) entre China y Europa, en vez de las 11,500 existentes. El error animó a los navegantes a emprender la travesía por el Océano Atlántico. Los marinos ibéricos del siglo XV habían heredado dos sistemas tradicionales y distintos de hallar su ruta a través de los mares. La tradición mediterránea que se basaba en el empleo de la brújula, en derroteros detallados; y la tradición nórdica del Atlántico, que era más primitiva; no disponían de cartas de navegación y sus métodos de estima eran más limitados, basándose más en la práctica que en la teoría, que les legó gran experiencia en la navegación con tiempo borrascoso por costas envueltas en niebla y el conocimiento de las mareas y de sus tablas y, acaso lo más importante de todo, la costumbre de practicar cuidadosos y constantes sondeos de las aguas próximas a la costa, sobre todo si se hallaban en parajes extraños.

 Portugal

Su reconquista concluyó tempranamente en el siglo XIII (año 1238). Desde entonces se sucedieron múltiples guerras por el poder entre distintos aspirantes al trono, incluyendo a pretendientes del reino de Castilla. A fines del siglo XIV, después de la batalla de Aljubarrota (1385), en que fueron derrotados los pretendientes de Castilla, se impuso al frente de los destinos de Portugal la dinastía de la Casa de Avis, con Juan I como rey. Obtenía sus mayores ingresos de la pesca y la producción de sal. Para incrementarlos, el rey Juan I concluyó que había que impulsar la vocación marítima, para obtener el comercio de esclavos, oro y malaqueta o falsa pimienta con el Oriente y África. Para lograrlo, el rey se apoyó en la naciente burguesía local y sus capitales, que permitirían organizar diversas expediciones náuticas hacia el continente africano. Más allá del móvil netamente económico, se buscaba neutralizar a los beréberes de Marruecos, quienes por su cercanía constituían un peligro latente para la estabilidad portuguesa. La estrategia planteaba atacar a los árabes por las espaldas, lo cual implicaba circunnavegar el África.

En 1394 nació Enrique, tercer hijo de Juan l, en la ciudad de Oporto Desde pequeño fue un apasionado de la geografía y la navegación, actividades a las cuales dedicó toda su vida. Fundó unas atarazanas (astilleros) y una escuela náutica y cartográfica en Sagres.

A partir de 1416, Enrique promovió activamente una serie de expediciones a las islas Canarias y Madera, y a las costas africanas. Se logró incorporar las islas atlánticas de Madera y Azores y se exploró el golfo de Guinea. Entre 1434 y 1475 los portugueses recorrieron el golfo de Guinea y las islas de Cabo Verde. Efectuaron reconocimiento de las costas, donde se penetró por los ríos Volta y Níger, se descubrieron algunas islas del archipiélago de Cabo Verde y se bordeó Sierra Leona, Costa de Marfil y Costa de Oro. Asimismo, se establecieron las primeras factorías comerciales para explotar la pimienta africana o malaqueta e intercambiar con los nativos oro, marfil y esclavos por objetos de escaso valor para los europeos.